jueves, 17 de noviembre de 2011

Una vez más


Una vez más… las paredes pintadas, lo cartelitos por las calles, los inmensos y folklóricos costalillos con pintura, consignas de cambio, transformación y alguna otra memez que intentan creer los pequeños ciudadanos democráticos para no evidenciar su decadencia. Votar significa obedecer, no existir. Lástima que lo que abracen esta consigna sean algunos cuadriculados individuos. Mientras la mayoría solo entiende algo de su corta existencia otros intentan domesticarse con el etílico poder que apenas conocen: los cargos. A nuestra universidad le atacan por ambos lados y como les da la gana. Desde su fundación unos juegan a la democracia otros al radicalismo y viceversa. El problema es que nunca jugaron de los dos lados salvo por recordados oportunismos mediáticos que argumentaban una ética para la población. Necesitamos que olviden su patrimonio, su ansia de poder, su enfermedad. Los democráticos piden paz (y elecciones), los radicales violencia (y voto viciado). La solución es que ataquen desde los dos frentes y al mismo tiempo: democracia radical o radicalismo democrático, en suma da igual el orden, puesto que el movimiento es el mismo: estudiantes organizados con la única consigna de entenderse a sí mismos como personas libres. Nos falta entender que en la política verdadera vale más la razón que las circunstancias. ¿Qué harán todos esos soldaditos reproductores de una falsa idea de cambio? ¿Estudiarán las leyes que gobiernan la sociedad? ¿Diseñarán políticas democráticas innovadoras? ¿Pensarán tomar la universidad para intentar cambiar el mundo? ¿Pensaran en las tranzas económicas, en los pactos familiares? En el mejor de los casos ¿Intentaran salirse de esta tradición que oprime? ¿Lucharán por una universidad científica y democrática? No se sabe, y como siempre lo único que se sabe es lo que sucederá en el peor de los casos: todos y todas irán a votar, a ensuciarse de democracia inventada, a creerse dueños de sí. Pero nada, nada habrá cambiado en la conciencia de nadie. Luego sucederán las mismas cretinas historias: elección de decanos con intensiones ajenas a los fines universitarios, algún desplante en el comedor, alguna posible toma de universidad. Y también pasará porque la estupidez siempre brinca en medio de la ignorancia. Lo bueno es que hay estudiantes que se van dando cuenta de todo esto, de que la “democracia” es un fetiche de los que controlan las instituciones y por ende pretenden controlarnos; también que la “radicalidad” es una insensatez anticuada que se embiste de pueblo. Lo malo es que odiamos dos conceptos que nos han robado aquellos: poder y política. El poder no está allá arriba como dicen que esta dios y los ángeles o el rey y el papa o el presidente de alguna república, de alguna dictadura. El poder está en todas las relaciones sociales: en un análisis de sangre, en el autobús, en la relación de pareja(s), en el salón de clases, son relaciones de fuerza que evidencian nuestro progreso o fracaso y que en última instancia dependen de su articulación con aquel poder institucionalizado. Lo político es lo más sencillo y debería ser lo más digno; no está dentro del discurso obsoleto de los gobernantes ni en las relaciones políticas internacionales, ni en el rector y su resma de sabios, ni en los estudiantes candidatos y su palabrería pegajosa, la política es un espacio de cambio en la unidad básica de organización: la asamblea universitaria, no esa ridiculez que tenemos por ley sino una verdadera donde democracia y radicalidad se entiendan no se contradigan, democracia y horizontalidad para todos y todas y radicalidad contra el Estado que es el verdadero enemigo.

Ojala estas “elecciones de representantes estudiantiles” tengan mejores resultados que antes. No asistir y demostrar simbólicamente nuestro desacuerdo sería bueno, pero nadie se atreverá. Votar viciado será una expresión simplista y poco rigurosa, votar por cualquiera (como siempre) será la “mejor opción”. Pero este mensaje no tiene la intención de arruinarle la fiesta a nadie ahora, pretende en alguna medida colocarse dentro de los debates de estudiantes verdaderos que no inventan el cambio sino que lo necesitan, para que quizá las próximas elecciones ya no sean “elecciones” sino fiestas de estudiantes dentro de una asamblea digna. 

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